No es ningún secreto. La imagen corporativa de una empresa es de especial importancia para un correcto desarrollo. Es lo primero que verá el público de nuestro negocio. Seguramente, también sea lo que más recuerde y lo que les permita asociarnos con el producto o servicio que ofrecemos. ¿Quién podría renunciar a cuidarla? Nosotros, desde luego que, no.
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¿Cómo definimos la imagen corporativa de una empresa?
Podríamos referirnos a ella como la manera en que una empresa, firma o comercio se presenta a sí misma al público y también la manera en la que este público (ya sean clientes, inversores o empleados) la percibe. Tras esta breve definición, podemos deducir que la imagen corporativa de una empresa tiene que ver con ideas, percepciones, experiencias, asociaciones u opiniones. Se traslada de boca a boca y, por tanto, debemos cuidarla con el máximo de los mimos.
No en vano, si tenemos una mala imagen ante el público, si el significado que nuestro negocio tiene para el gente es negativo, puede convertirse en una piedra insalvable a la hora de desarrollarnos empresarialmente y lograr los objetivos deseados o establecidos.
Son varios los factores que pueden llegar a influir en la imagen corporativa de una empresa. A saber:
- Nombre
- Logotipo
- Eslogan
- Tipografía
- Colores
- Web
- Historia
- Reputación
- Atmósfera
Como vemos, son muchos los puntos que hay que tener vigilados y trabajar para lograr que la imagen corporativa que se perciba sea la misma que se desea establecer. Si decimos que se trata de la personalidad de un negocio, de sus valores o emociones, no nos equivocamos. Por eso, es tan relevante que el público sea capaz de identificarlos y asociarlos correctamente.
Entre los principales objetivos de trabajar correctamente la imagen corporativa de una empresa, habría que destacar lograr un aumento del valor percibido, establecer vínculos emocionales o alcanzar un sólido fortalecimiento de la marca.